martes, 18 de febrero de 2020

DESARROLLO HUMANO


CUENTO: “EL CONEJO BERMEJO”

Había una vez una vez un conejo que tenía 6 años. Se llamaba Bermejo. El conejo Bermejo era muy simpático y tenía muchos amigos en su clase. Pero había una cosa que no hacía bien.
Cuando la señorita Doña Coneja explicaba cómo se hacía una tarea, el conejo Bermejo nunca la escuchaba; empezaba a mirar para todas partes y se ponía a hablar con otro conejito que tenía al lado.
¿Y sabéis lo que pasaba?
Que ni Bermejo ni el otro compañero se enteraban de cómo se hacía y luego la tarea la tenían que repetir para hacerla bien, mientras los otros conejos ya podían ponerse a jugar.
Eso también le pasaba cuando la profesora contaba un cuento.
Tampoco escuchaba a sus compañeros cuando contaban sus aventuras.
Los conejitos estaban cansados de que Bermejo no parase de molestar.
Un día, Bermejo fue con sus papás al zoológico: vio muchos animales y se lo pasó muy bien.
Al día siguiente, Bermejo quería contar a la profesora y a los demás conejitos su aventura en el zoológico
Todos en el borde de la alfombra, ya estaban colocados y Bermejo se puso a hablar  pero los demás conejitos no le hacían ni caso y Bermejo empezó a enfadarse y a decir:
-¡Eh! ¡Silencio! ¡Escuchadme!
Pero ni caso. Casi llorando le dijo a su profesora:
¡Señorita! No me escuchan y no puedo contar mi aventura en el zoológico
Entonces una conejita alzó la mano y dijo:
-Señorita, no queremos escucharle, porque cuando Usted explica, Bermejo no la escucha y charla, cuando nosotros queremos contar algo, tampoco nos escucha, así que ahora nosotros no queremos escucharle a él.
Bermejo se puso muy triste porque se dio cuenta que tenían razón: él nunca escuchaba y si alguien estaba hablando él se ponía a charlar. Ahora comprendía cómo se sentían los demás cuando él charlaba.
Se fue a su casa muy triste y su mamá le dijo -¿Qué te pasa Bermejo?
Bermejo se lo contó todo a su mamá.
La mamá le dijo que si él no escucha y molesta, los demás ahora no querían escucharlo a él.
Su mamá le enseño un truco:
-A partir de ahora, cuando alguien cuente una cosa, lo miras a los ojos y lo vas a escuchar, y no vas a charlar con nadie.
Si alguien te quiere hablar, tú le haces (gesto del silencio) y sigues escuchando. ¿Entendido?
Al día siguiente, en la clase se puso a escuchar a su profesora, también a sus compañeros. Si algún conejito hablaba él (hacía el gesto del silencio).
Todos los días hacía el truco que le había enseñado su mamá. Así se enteraba de las tareas y todo lo que enseñaba su profesora
De esta manera Bermejo estaba contento.
Y colorín colorado, el cuento de Bermejo ha terminado.











CUENTO: La Osa Rosa

Había una vez una osa que se llamaba Rosa. Rosa tenía 6 y estaba en la clase de español.  La osa Rosa iba contenta al colegio, porque tenía amigos en su clase y su señorita osa era muy buena y la

quería mucho. Pero a la osa Rosa, no le gustaba mucho trabajar en la clase. Si la señorita daba un dibujo para colorear, ella rápidamente decía: –¡Me canso! Y aunque la señorita osa le decía:

 –¡Sigue un poquito más!  La osa Rosa, no lo terminaba.  Otro día la señorita dio una ficha del libro para hacer. Todos los ositos se pusieron a trabajar, menos la osa Rosa que empezó a decir: –¡Ay! No me gusta. Y no la hizo. Los ositos de la clase ya estaban empezando a aprender a leer y a escribir, pero a la osa Rosa eso no le gustaba. Ella quería irse al rincón a jugar y tirarse al piso, pero no se iba porque en la clase de la señorita osa, hasta que no se termina de trabajar, no se puede ir a jugar. La señorita, a veces, se cansaba de decirle: –Rosa, termina de hacer tu trabajo. Pero la osa Rosa siempre decía: –¡No tengo ganas!

Los otros ositos, a veces, se cansaban pero trabajaban porque tenían que hacerlo y querían aprender las cosas que mandaba su señorita. Además, luego se ponían muy contentos cuando su señorita les ponía en la hoja “muy requetebién” y hasta les daba un beso. Como no podía jugar cuando los otros osos estaban haciendo su trabajo, se aburría. Intentaba charlar con ellos, pero le decían siempre: –Rosa, no me hables ahora, que estoy trabajando y no me quiero equivocar. Y la osa Rosa se aburría mucho. Como no hacía su trabajo, la osa Rosa no podía jugar con los otros niños en el recreo, porque estaba terminando su tarea. Pero lo peor ocurrió un día. Como los ositos ya sabían leer y escribir un poco, porque habían trabajado mucho, la señorita osa invitó a los papás, a las mamás y a los abuelos a venir un día a la clase para que vieran cómo leían los ositos. Y así fue, se presentaron en la clase, se sentaron y la señorita dio a cada osito un trocito de un cuento muy facilito para que se lo leyeran a los papás. Todos los ositos fueron leyendo, algunos leían muy bien, otros se atrancaban un poquito. Los papás estaban muy contentos. Hasta que le tocó a la osa Rosa. Como no había trabajado nada en la clase no sabía nada de nada y se quedó callada. –¿Qué te pasa, Rosa? –le preguntó la señorita. –Que no se leer nada –dijo la osa Rosa. Se puso muy colorada y empezó a llorar. La mamá de la osa Rosa, preguntó: – ¿Y por qué mi hija no sabe leer? Entonces la señorita le dijo a la osa Rosa: –Explícaselo a tu mamá. –Porque cuando los otros osos estaban aprendiendo yo no quería trabajar y nunca tenía ganas y no hacía nada en clase y aunque la señorita me lo decía, siempre decía que no me gustaba hacer nada —dijo la osa Rosa casi llorando. La mamá de la osa Rosa se puso muy triste y sintió mucha vergüenza de ver que su hija era la única que no sabía leer de su clase. Como la osa Rosa lo pasó tan mal y sintió envidia de los otros ositos que se iban a casa tan contentos con un cuento de regalo, le pidió perdón a la señorita y le prometió a su mamá y a la “seño” que a partir de ahora trabajaría en la clase. Y así fue. Desde ese día, cuando tocaba escribir, o dibujar o colorear, la osa Rosa también lo hacía. Al principio le costó mucho y se cansaba, pero descansaba un ratito y luego seguía. Ese fue su truco: trabajar cuando mandaban el trabajo. Si se cansaba, descansaba un poquito y luego seguía. Poco a poco se fue cansando menos y empezó a gustarle hacer las tareas del “cole”. Los otros ositos se lo decían a la señorita: –La osa Rosa ya trabaja y puede venir luego a jugar con nosotros. Y aprendió tantas cosas que en la fiesta de fin de curso leyó delante de todos los papás y lo hizo tan bien que su mamá se puso muy contenta y la señorita osa le dio muchos besos.  Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.




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